Ahora continúa con Luis Abinader. Un gobernador del Banco Central para cuatro presidentes.
Otro próximo funcionario, con profundo conocimiento sobre el sistema bancario dominicano, será Alejandro Fernández, un especialista en el tema que ha realizado un gran aporte al país en el tema de la educación financiera, desde su portal Argentarium y desde su columna de los jueves en Diario Libre, bajo el mismo nombre.
En la Dirección General de Presupuesto es designado José Rijo Prebost, un especialista en el tema que por muchos años ha sido un vigilante persistente de la transparencia en la ejecución presupuestaria.
Mientras que, como asesor económico del Poder Ejecutivo, el presidente Abinader nombró al economista Pedro Silverio, profesor universitario, quien se desempeñó por años como gerente general del Banco Central y reconocido como un profundo pensador sobre la economía dominicana. También columnista de Diario Libre.
En el Ministerio de Hacienda es designado Jochi Vicente, economista y director de MacroAnalit, una firma especializada en finanzas corporativas y economía, y vinculado a organizaciones empresariales como la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios, del que fue su presidente; la Fundación Institucionalidad y Justicia, el Consejo Nacional de la Empresa Privada y la Cámara de Comercio y Producción de Santo Domingo.
Y como ministro de Economía es designado el economista Miguel Ceara Hatton, secretario nacional de Políticas Públicas del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Profesor universitario y un economista con una arraigada visión sobre el desarrollo humano. En el pasado se desempeñó como coordinador de la Oficina Nacional de Desarrollo Humano de la sede en el país del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Otro nombramiento incluye a Biviana Riveiro, como directora ejecutiva del Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD), que deberá enfrentar el impacto del coronavirus en el comercio exterior dominicano.
Los retos sin parangón en un siglo
Desde sus puestos en las áreas economía, estos funcionarios enfrentarán los retos y las consecuencias locales de la mayor depresión económica global en un más de un siglo, provocada por una crisis sanitaria, igual de global, causada por el nuevo coronavirus.
Para combatirla, el país, ya antes muy endeudado, ha tenido que seguir endeudándose para enfrentar la caída de los ingresos tributarios provocado por la parálisis de todos los sectores de su economía, lo que incluye a los que generan divisas, como son las exportaciones, el turismo, la inversión extranjera, las zonas francas y hasta en parte las remesas.
En su Actualización de las Perspectivas de la Economía Mundial, correspondiente a junio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyecta un agravamiento de la depresión económica mundial, al estimar una caída de 4.9% del PIB global, lo que es menor en 1.9 puntos porcentuales que su pronóstico de abril.
Se proyecta que la situación empiece a mejorar en el 2021 y 2022, para cuando se estima un crecimiento de 5.4% y de 6.5% respectivamente.
Antes de la crisis, el país acumuló déficits fiscales años tras años desde el 2012 y que financiaba con nuevas deudas. La agencia calificadora Fitch Ratings deterioró la calificación de riesgo del país, al confirmarlos en “BB-”, calificación que describe el incumplimiento del emisor de divisas a largo plazo, que es la antesala de los “bonos basura”.
Mientras que, a mayo de 2020, la deuda del sector público no financiero alcanzó la cifra de US$38,309.1 millones, lo que no incluye el monto adeudado a las empresas generadoras de electricidad durante el 2020, ni la generada por los valores en circulación del Banco Central, que al 7 de julio equivalen a un monto de más de US$9,955 millones.
El economista Miguel Ceara Hatton describe la situación, que en términos fiscales, las nuevas autoridades deberán enfrentar: “Será una situación fiscal compleja. Los déficits van a llegar a niveles nunca vistos. Se habla de 6 a 7 por ciento. En realidad, vamos a saber eso al final del año. Hay que ver todo el dinero gastado por el Gobierno durante esta campaña electoral, durante lo que va del periodo”.
Y en medio de una depresión económica global u local, es imposible una reforma fiscal, pues no existe una actividad económica que lo resista.
En ese contexto tan complejo, apuesta a la credibilidad de las políticas públicas en un nuevo gobierno para impulsar las medias de recuperación, que además de la economía, incluye, sobre todo, a la salud.
“En depresión no se puede hacer reforma fiscal, pero si se puede mejorar la calidad del gasto, y eso se espera de nosotros”, afirma.
El reto no es fácil, pero a la larga o a la corta, solo se puede seguir hacia adelante.
Revela que en mes de abril la caída de la economía fue de un 7.5%: “Estamos en un nivel de depresión, por lo tanto, lo que podemos esperar es que se registre una caída de entre un 3% a un 5% y un nivel de desempleo que probablemente sea el doble de la tasa de desempleo actual”.