Por ALBERTO QUEZADA
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) luego de la experiencia electoral pasada deberá tomar un paquete de decisiones profundas que lo sacudan de arriba abajo.
Esas decisiones a que me refiero no pueden ser el acostumbrado paño tibio a que tienen acostumbrado las cúpulas de los partidos a su militancia.
No, a las decisiones que me refiero es a la que se emplee un bisturí que sea capaz de extirpar todo ese tumor que ha venido afectando ese cuerpo partidario desde hace varios decenios.
No es cuestión de bálsamos, repito, es limpieza profunda que garantice la revitalización integral de todas las estructuras y liderazgos de esa entidad política tan importante para la democracia.
Pienso que no es necesario en este contexto entrar identificación de culpables, más bien lo interesante sería que se entienda por qué esa dirección política en tan poco tiempo permitiera que ese colectivo apenas alcanzara un 10 % de la simpatía del electorado en las pasadas elecciones presidenciales.
Las señales están claras, la dialéctica, al parecer, está tocando las puertas de ese partido político que a todas luces parece estar afectado de un cáncer terminar que lo tiene al punto de perecer.
Si los que lo han dirigido hasta el momento no entienden el tiempo presente, el cual le está reclamando un cambio para poder transformarse, de manera irremediable irán de caída en caída.
Ha llegado el momento de que en ese partido se produzca el paso hacia una nueva generación que conecte con esta nueva civilización pos guerra fría, ya son otros códigos.
Los que llevaron ese partido a la cima y lo hicieron tan inmensamente exitoso, deben entender, que los pueblos al igual que los hombres cierran ciclos, que hay momentos de la historia en que se debe pasar la antorcha.
No es un tema de que se vaya nadie, de que se expulse a fulano, no, de lo que se trata es de interpretar los signos de los nuevos tiempos que están diciendo que ha llegado la hora de hacer la transición y de que su rol es de acompañamiento y asesoría. Más nada.