Por: MAXIMO SANCHEZ
El hecho de describir las falencias de nuestro país, República Dominicana, no significa que reneguemos de nuestros orígenes; lo que sí, expresamos con nuestros juicios, son las realidades en que nuestros familiares, amigos y relacionados subsisten bajo la vorágine de las carencias, el desorden y las iniquidades provocadas por las ambiciones de la élite en el poder.
Mientras los precios de los artículos de primera necesidad, se han elevado al cielo en detrimento de todos los habitantes del país, al dominicano pobre y muy pobre, el gobierno le pone una mamila, un bobo para tontos, las llamadas ayudas sociales; ¿de qué le sirven RD$ 1,500.00 (mil quinientos pesos) al mes a una familia, si la canasta básica mensual es de RD$ 45,255.74 pesos, según las cifras del Banco Central dadas en junio de este 2024.
El intento de la oposición política, de volver a renombrar los supermercados como “la casa del terror” en la campaña pasada, fracasó porque Mauricio Vengoechea, el asesor del presidente Abinader, es más astuto que todos los opositores en su labor de manipulación de masas; pero, eso no quiere decir que los dominicanos no tienen que comprar los artículos de primera necesidad, 6, o 7 veces más caros que en año 2020.
Filas bancarias
Las largas filas de los días 15 y 30 de cada mes, en las estafetas del Banco de Reservas de la R.D, tienen más de una lectura; si bien quiere decir que, un gran número de personas son favorecidos con las ayudas sociales del gobierno; también significa que los necesitados de esas ayudas, son millones de dominicanos estrellados en el infierno de la pobreza extrema por las ineficientes políticas públicas del gobierno.
El dominicano de hoy en día, tiene que alimentarse y suplir sus necesidades diarias, dentro de un espiral inflacionario que no se ha detenido un solo momento en los últimos cuatro años; este dominicano vive inseguro, sin importar el sector donde resida; nos decía un amigo, precisamente del PRM, que no conocía una persona a su alrededor que no hubiese sido atracada o tuviera un pariente o un amigo que no había pasado por un atraco.
Ese dominicano pasó, de una ligera estabilidad en la energía eléctrica, a una tanda de apagones sin programar, y a precios exorbitantes de la energía supuestamente consumida. Ese dominicano vive en el caos voraginoso de un tránsito vehicular infernal estresante, que lo tiene a punto de explosiones emocionales irascibles.
Ese dominicano está apático del blablablá gubernamental; les da tres pitos lo que diga la propaganda oficial, con el peligro de que, con esa apatía, les pueden aprobar todos los venenos, despojos y cuchillos para su propia garganta.
Ese dominicano está atrapado, entre su apatía por las oportunidades que deciden su destino, y el manejo diabólico, desde las alturas del poder político que le, coloniza el cerebro y la voluntad.