El presidente Luis Abinader, según dice la mayoría de los resultados de encuestas que no se han publicado pero que se hacen, cuenta con una valoración de favorabilidad en la población que ronda el 60%. Pero ojo, favorabilidad no es intención de votos.
Cierto, favorabilidad no es voto, pero se puede conquistar, o al menos es más fácil convencer a alguien que le valora bien, que una persona que le vea con malos ojos.
Es evidente que con ese nivel de aceptación hacia su figura, para el presidente de la República, reelegirse, es tarea más fácil que difícil.
Si se toma en cuenta los temas fundamentales, economía e inseguridad, no hay una debacle que lleve a la población a pensar en “hay que sacar esta gente”, como le ocurrió al PLD en 2020 y a Hipólito Mejía y al PRD en 2004.
¿Y los retos?
A la reelección le falta una estrategia clara que indique el camino al triunfo. Pero se espera que se vea más despejada pasada la Semana Santa.
Si bien el presidente Abinader tiene un escenario que se inclina a favor de continuar más allá de 2024, no menos cierto es que tiene grandes retos, pero particularmente uno, que la puesta en escena de la reelección no arrase la propia reelección.Esa es la gran prueba de Abinader.
Un proyecto de reelección mal manejado desde el Estado, distante de la realidad de la gente, en lugar de conducir a un triunfo, puede ser un camino derecho al fracaso. La experiencia más cercana es lo que le pasó al PLD en 2020.
Hasta el 6 de octubre de 2019, el PRM no tenía ninguna posiblidad de ganar las elecciones, todas las encuestas apuntaban a un triunfo seguro del partido morado en primera vuelta.
Sin embargo, el mal manejo de las herramientas económicas y de poder que da el Estado, por parte del liderazgo de la organización, lo llevaron a perder el poder que habían ganado en 16 años continuos.
De hecho, el propio caso Calamar, es una evidencia del mal uso del Estado para fines políticos. La reelección no puede cantar victoria hasta que no pase esa prueba, pues el poder bien usado genera más poder, pero mal utilizado es un boleto seguro al fracaso. Aplica en todo, incluida la política.
Por: Yanessi Espinal