Por GERMAN PEREZ
El presidente dominicano Luis Abinader acaba de ser reconocido por el gobierno norteamericano como un baluarte de la persecución y desmembramiento del crimen organizado, especialmente el tráfico internacional de las drogas sintéticas como el fentanilo, cuyo uso abusivo es sinónimo de muerte física y espiritual.
Ese espaldarazo por parte del presidente Joe Biden se lo ha ganado nuestro mandatario por su determinación responsable y frontal de perseguir y atrapar los cargamentos de drogas ilícitas que llegan al país por aire, mar y tierra.
Y esa labor anticriminal ha sido efectiva durante su primer mandato, y el que recién comienza, extendiéndose al descubrimiento y apresamiento de los cabecillas de esta desgraciada actividad delictiva e inhumana. Esto ha sido posible por la voluntad política y clara conciencia del presidente Abinader de repeler sin tregua esta abominable actividad delictiva que hace tanto daño y mata a muchos ciudadanos del mundo.
Para esta labor titánica nuestro presidente ha contado con la determinación y el trabajo tesonero del Ministerio Público, bajo las riendas de las efectivas y pundorosas magistradas, Miriam Germán Brito y Jenny Berenice Reynoso, así como de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) la DNI, las Fuerzas Armadas. Sin el esfuerzo en conjunto, poco se hubiese logrado, y en muy poco tiempo nos hubiésemos convertido en el paraíso favorito de los peores narcotraficantes y criminales del continente, algunos de altos relieves políticos.
Sí, así de sencillo, en función de que los más copiosos cargamentos de cocaína y fentanilo que ingresan a este país son propiedad o apadrinados por funcionarios y políticos venezolanos de primer orden, tan despreciables como un ratón podrido en medio de un suculento banquete. Pero Abinader y su equipo gobernante no han flaqueado en descubrirlos e impedir qué trasieguen su rentable basura a Estados Unidos y Europa.
Y es por ello, más que por los aviones decomisados aquí, Maduro, Cabello los hermanos Rodríguez, entre otros, están ladrando como perros realengos, en función de que les han golpeado el estómago económico, cortándoles, también, los brazos de ingresos sucios, pero muy rentables.
Y estoy convencido que esa actitud no variará en nuestro presidente y su Gobierno, sin importar lo que piense, digan o maldigan el infeliz, despreciable e insaciable dictador venezolano y sus cercanos socios, en la inmoralidad y el desperdicio.
Para mí, el presidente Luis Abinader sabe de que la labor contra el crimen organizado es un acto patriótico, de decencia y de asociación e identidad con los mejores y más sagrados valores de la pura conciencia dominicanista.
La intensidad de ese trabajo que realiza el gobierno debe continuar para salud de este pueblo, sin importar quienes auspicien y se beneficien del tráfico y trasiego a otros países de esa peste asesina y degradante.
Por todo ello, y lo que este gobierno agregará en el futuro, me regocija que nuestro socio principal, nuestro mejor aliado, los Estados Unidos, nos hayan escogido para liderar junto a Bélgica, la lucha contra las drogas sintéticas. No hay vuelta atrás, el trabajo debe continuar con la misma fuerza y determinación, como hasta ahora, porque así se defiende la salud, la vida y la identidad dominicana.
Y se impone mayor dureza aún, sin tomar en cuenta los gritos de los infames gobernantes venezolanos, junto a sus socios del peor mundo, tanto político, militar o de la más asquerosa sombra, para neutralizarlos mientras sobre-vivan su corta y angustiosa existencia, antes de enero del próximo año, porque su suerte no será para siempre.