De la destacada trayectoria militar del general Gregorio Luperón se conoce bastante, aunque no todavía lo suficiente como merece aquel hombre que supo construirse a sí mismo para servir mejor a su patria y a la Humanidad, como reconocería su gran amigo y Maestro de América, Eugenio María de Hostos. Pero no se sabe mucho de su trayectoria como hombre cívico que anhelaba contribuir al desarrollo y al progreso económico, social y cultural del país y de sus habitantes.
Este 25 de septiembre se cumplen 155 años de uno de aquellos hechos memorables que colocan a Luperón entre los más destacados hombres y mujeres que han procurado el crecimiento del pueblo dominicano de forma integral. La Muy Respetable y Benemérita Logia Restauración No. 11, del Oriente de Puerto Plata, se fundó en esa fecha en el año de 1867. Los nombres de sus primeros directores dicen mucho más del espíritu que animó aquel alumbramiento, que lo que pudiera decirse hoy en este breve escrito.
Fue su primer Venerable Maestro el reconocido hombre de empresa, patriota y propagador de la cultura, Pedro Eduardo Dubocq, quien tanto tuvo que ver con la formación y el carácter del joven Luperón. Lo acompañaron José Francisco Ginebra, como Primer Vigilante; Chery Cohén, como Segundo Vigilante; el General Gregorio Luperón, como Orador, y José Vicente Garrido como Secretario.
Desde su fundación, la Logia desarrolló un liderazgo natural y desplegó una intensa e ininterrumpida actividad en favor de la comunidad de Puerto Plata. A sus actividades y convocatorias abiertas asistían representantes de las principales instituciones civiles y militares, personalidades de la cultura, la academia y la política, además de muchas de las más importantes personalidades que visitaban la hermosa ciudad atlántica.
A través de las colectas que hacían sus abnegados miembros, y apoyándose además en lo recaudado por su propia Lotería Benéfica, sostenían el hospital Las Mercedes, el único que existía entonces en la ciudad.
Bajo la bandera de Libertad, Igualdad y Fraternidad, contribuían discreta y eficazmente al socorro de muchas familias de escasos recursos económicos, así como al financiamiento de estudios a jóvenes que por sus resultados académicos y su serio carácter constituían verdaderas promesas para el desarrollo futuro de la comunidad puertoplateña.
Bajo su protectora discreción se preparó la candidatura del padre Fernando Arturo de Meriño a la Presidencia de la República, y por sus salones caminaron orgullosos hombres prominentes como Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances, Ulises Francisco Espaillat, Jacinto Bienvenido Peynado, Emilio Prud´Homme, entre otros. La historiografía confirmará sin duda en su momento, la presencia en ella de otras importantes figuras del continente americano como los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, el coronel Fernando Figueredo Socarrás, quienes pisaron las calles de Puerto Plata protegidos por la solidaridad de Luperón y sus valientes compañeros.
Al conmemorarse tan singular efeméride, debemos sentirnos orgullosos los dominicanos y los antillanos por contar todavía con esta Respetable y Benemérita institución que, a más de siglo y medio, ha sabido mantenerse leal a los intereses de sus esforzados fundadores y en defensa del progreso y del mejoramiento intelectual de la ciudad de Puerto Plata y de nuestra adorada República Dominicana.
Por Dr. Jorge R. Zorrilla Ozuna.
Presidente del Instituto de Estudios Antillanistas
“General Gregorio Luperón”.