Hemos estado observando a un presidente en la calle, mojándose para levantar de los escombros a varias ciudades del Este del país, devastadas por el paso del reciente ciclón Fiona.
Es palpable que los vientos fuertes con lluvias que produjeron inundaciones y mucho daño a las familias de esta región con grandes pérdidas materiales en sus comunidades, mostraron que todavía somos una sociedad de zinc, vulnerable hasta más no poder.
Pero también, mostraron que, en esta ocasión, no nos hemos equivocado al colocar al frente de la República, a un líder sensible con una nueva concepción de Estado: la de darlo todo en favor de la gente y mucho más aún, cuando se encuentra en estado de calamidades o sufrimiento colectivo.
Si su presencia en el municipio de Higüey, una de los lugares más afectados por el ciclón Fiona, junto a Punta Cana, Miches, El Seibo, Hato Mayor y Sabana de la Mar, fue especialmente satisfactoria, no pudo serlo menos su respuesta inmediata al acontecimiento. El presidente Abinader, dispuso que las alcaldías de las zonas declaradas de emergencia, reciban fondos suficientes para hacer frente a la embarazosa situación.
Ordenó tomar de inmediato diferentes medidas adicionales, que, aunque había una planificación previa, demostró que sólo con la gente y en la calle se puede contactar los detalles de la realidad. Por ello, a partir de la instalación de un centro de operación, se confirma que no hay un caso que no tenga la categoría de urgencia para su inmediata o rápida solución.
Evidentemente que sus acciones han sido puestas en marcha con una dedicación insuperable por sus colaboradores, Antonio Almonte, quien guía la restauración de la calamitosa situación de la energía eléctrica, y el joven Carlos Bonilla, con la dura tarea de reparar a miles viviendas destruidas por el potente fenómeno de la naturaleza.
A ellos se le adiciona una impresionante intervención en las carreteras y puentes, al igual que una masiva asistencia social a las familias afectadas y en especial a las duramente damnificadas.
Intenso dolor estuviese padeciendo las poblaciones del Este y el suroeste del país, si no fuera Luis Abinader el presidente de los dominicanos. Todavía en nuestra historia reciente tenemos cientos de casos de comunidades y familias afectadas por huracanes anteriores, que nunca fueron solucionados.
Durante mucho tiempo, la mayoría de los dominicanos no le vamos a ceder a nadie un mandatario como Abinader que invierte su carrera política en actuar con temple y firmeza, con pulso y muñeca para enfrentar las adversidades con coraje. Es lo que queremos y merecemos.
De ahí en adelante, podemos estar seguros y reafirmar con convencimiento, que no nos detendremos en la ruta de buscar un mejor porvenir, que hemos presentido, pero jamás disfrutado.
POR EDDY PEREYRA ARIZA
El autor es periodista. Reside en Santo Domingo