Por: Richard Medina Gómez
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha demostrado la importancia y reafirmado la necesidad del multilateralismo. En el ámbito sanitario, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha jugado un rol estelar en la publicación de guías y lineamientos para que los diferentes países del mundo puedan enfrentar la pandemia con la información disponible más reciente.
El liderazgo de la OMS ha sido fundamental para dotar de herramientas a los hacedores de políticas públicas para mejorar el testeo e identificación de grupos poblacionales afectados, y conocer diferentes opciones para reducir la velocidad de contagio del novel virus. A pesar de sus errores por la novedad y rapidez de la pandemia, los aciertos de la OMS han superado con creces sus equivocaciones.
Asimismo, la comunidad científica de todos los países se ha unido en un esfuerzo sin precedentes para compartir información sobre el coronavirus. Gracias a este esfuerzo global, en tiempo récord, se ha logrado mapear el genoma del virus, hacer pruebas para determinar los tiempos de supervivencia del virus en distintas superficies y la manera en que se puede transmitir entre humanos, analizar la cantidad y tipos de cepas, y colaborar para probar potenciales vacunas.
Esta colaboración científica está dando resultados. Ya se espera tener una o varias vacunas aprobadas para finales de 2020. Y las perspectivas de inicio de vacunación a gran escala se proyecta para finales del primer cuatrimestre de 2021.
Lograr una vacuna en aproximadamente un año es un hito que se debe en gran medida al esfuerzo internacional para erradicar este flagelo.
De igual manera, pero en el frente económico, diferentes organismos multilaterales han apoyado con recursos frescos a gran parte de las naciones, principalmente a los países en desarrollo y las economías emergentes.
Con la pandemia se ha producido un choque de oferta que se convirtió en un problema de demanda: muchas empresas han tenido que cerrar o reducir su producción por las medidas de distanciamiento social ordenadas por los distintos Gobiernos o porque no consiguen los insumos necesarios para su producción.
Ante este escenario, organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han puesto a disposición fondos extraordinarios para mantener el nivel de consumo de los hogares de casi 100 países. Además, han canalizado fondos para fortalecer la infraestructura sanitaria de esas naciones o para fortalecer su posición fiscal. Adicionalmente, casi todos los países desarrollados han realizado donaciones de efectivo e insumos a los países menos aventajados para palear la incidencia de la pandemia.
El FMI ha prestado o comprometido más de US$102,150 millones, mientras que el Banco Mundial ha puesto a disposición de sus países miembros unos US$160 mil millones; el BID ha hecho lo mismo por un monto cercano a los US$15 mil millones. Los países desarrollados, a través de sus agencias de desarrollo, han comprometido cientos de millones de dólares para combatir la pandemia y sus efectos. Estos montos se componen de apoyo para respuesta al COVID-19 en 2020 y parte de 2021. Sin embargo, esto no será suficiente.
La pandemia ha durado más de lo que las estimaciones iniciales preveían. Las interrupciones de las cadenas internacionales de valor, la caída mundial del turismo, las remesas y el comercio, y disminución de la actividad económica mundial, son algunos elementos que han impactado negativamente en las economías de cada país, con el consecuente incremento de la pobreza.
El tiempo de recuperación es incierto y los recursos necesarios para que la economía mundial regrese a sus niveles pre-COVID son cuantiosos. Es por ello esos organismos multilaterales deben profundizar y extender sus ayudas a los países en desarrollo y las economías emergentes, contando con el apoyo decisivo de los países desarrollados.
Esto se puede realizar concentrando los esfuerzos en tres frentes. El primero es continuar apoyando proyectos en las áreas de salud, educación y protección social. Con la pandemia, millones de personas han perdido o van a perder sus empleos y verán empeorar su condición de vida. El apoyo multilateral debe fortalecer las redes de seguridad (safety nets) de los países menos favorecidos para mitigar el impacto de la pandemia en los niveles de pobreza y garantizar el acceso a servicios básicos (salud, educación, agua potable y saneamiento).
En adición, el multilateralismo podría concentrar sus esfuerzos en el financiamiento de proyectos de inversión de alto impacto social, que generen empleos rápidamente y vinculados a sectores que arrastren otros sectores económicos en cada país.
En momentos en que prácticamente todos los países en desarrollo enfrentan retos fiscales de importancia, mantener la inversión pública es la manera de encender la economía a espera de que la inversión y el consumo privados se reactiven. El financiamiento de organismos multilaterales y de agencias de desarrollo de países más aventajados es fundamental para esto último.
El tercer frente corresponde a negociar soluciones para relajar el costo de la deuda pública de las naciones en desarrollo y los mercados emergentes. Esto no debe interpretarse como incentivar la cesación de pagos del servicio de la deuda ni reestructurar la deuda pública de decenas de países. Sino que los consejos de administración de los organismos multilaterales pueden ponderar aumentar los recursos para apoyo presupuestario de esos países.
Esto permitirá a esos países refinanciar una parte de su deuda a condiciones concesionales, reduciendo sus costos de intereses y liberando espacio fiscal.
República Dominicana, campeón de América Latina con un crecimiento de 6% anual entre 2013 y 2019 y que vio su tasa de pobreza disminuir en 19 puntos porcentuales en ese período, se ha beneficiado y debería seguir beneficiándose del apoyo multilateral en este escenario. En definitiva, las situaciones extraordinarias de estos tiempos hacen necesario el apoyo de los organismos multilaterales en el mundo en desarrollo. El multilateralismo puede y debe jugar un rol de primer orden en la erradicación del COVID-19 y la recuperación de la economía mundial post-pandemia.
Richard Medina Gómez
El autor es Economista y político