¿Qué explica que algunas personas decidan hacer cosas en beneficio de otros, incluso cuando puede ser perjudicial para sí mismos?
En el ámbito de la economía, los seres humanos a menudo se han descrito como seres impulsados por la búsqueda constante de la optimización de utilidades y bienestar personal (Martínez, 2015). Sin embargo, esta visión simplista no abarca toda la complejidad de nuestras decisiones y preferencias.
La “utilidad”, o nuestro bienestar, no solo depende de nuestros recursos disponibles, sino también de los recursos que poseen los demás. La percepción de altos niveles de desigualdad de manera “injusta” puede afectar significativamente nuestra satisfacción (Martínez, 2015). Estos fenómenos relacionados con la percepción de equidad y su impacto en nuestro bienestar se conocen como “preferencias sociales” (Burone & Lei-tes, 2019). Actualmente la economía conductual ha identificado tres preferencias sociales principales: reciprocidad, altruismo y aversión a la inequidad.
La economía conductual ha encontrado una serie de sesgos cognitivos que influyen en nuestras decisiones económicas, y entre ellos, la aversión a la inequidad destaca como uno de los más intrigantes para la economía clásica. Esta se refiere a la tendencia de los individuos a evitar situaciones donde perciben que existe una distribución injusta de los recursos o beneficios (The Behavioral Scientist, s.f.). En algunas ocasiones este sesgo es desventajoso puesto que los individuos podrían estar dispuestos a renunciar a ganancias para prevenir una situación de inequidad.
Esta aversión ha sido estudiada a través de juegos experimentales. Entre ellos, Ultimátum, que consiste en lo siguiente:
Imagina que recibes una suma de RD$1,000,000, pero que la única forma de poder conservar este premio es si regalas una parte a un segundo jugador. Digamos que se llama Alewis.
La economía clásica sostiene que, según tu condición de ser racional y optimizador empedernido, lo más “lógico” sería ofrecerle a Alewis la menor cantidad de dinero posible. Y de la misma manera, como ser racional, Alewis estaría dispuesto a tomar la menor cantidad posible, ya que su otra alternativa es no recibir nada. Sin embargo, hay una condición en el juego de Ultimátum: si Alewis decide rechazar tu propuesta, ambos se quedan sin nada, lo que genera la posibilidad de modificar la situación de una injusta a una más justa.
Considerando que Alewis sabe que tienes RD$1,000,000 y no hay opción a negociación, ¿cuánto estarías dispuesto a ofrecerle a Alewis? ¿Cuánto dinero sería muy poco para que Alewis prefiera renunciar a esa cantidad?
Los resultados típicos de este juego muestran que la oferta más frecuente es un reparto de 50/50, y en los casos donde el juego se desarrolla “frente a frente” los jugadores como Alewis suelen rechazar las propuestas inferiores a un 20-25% (Conthe, 2019).
Este fenómeno ilustra la paradoja de la inequidad: a pesar de la racionalidad egoísta supuesta por la economía clásica, las personas tienden a rechazar ofertas injustas, incluso si esto significa perder una cantidad sustancial de dinero. Este comportamiento sugiere que las personas no solo están motivadas por la maximización individual de utilidad, sino que también consideran la equidad y la justicia en sus decisiones económicas.
Lo que muchos desconocen es que esto no es un concepto nuevo para la economía. El padre de la economía, Adam Smith, siempre fue insistente con el papel que juega la moralidad en la toma de decisiones. Sin embargo, en los años 40, con la revolución de las matemáticas, se incentivó la exclusión de los temas morales y de carácter más subjetivo. Fue a partir de aquí que nació el homoeconomicus, supuesto a tomar todas sus decisiones basadas en matemáticas perfectas.
Por suerte, esta forma de ver el mundo tampoco duró mucho, pues desde los 90, la economía conductual se ha encargado de demostrar que en la práctica los seres humanos estamos lejos de ser enteramente racionales como la teoría económica lo ha considerado.
El estudio de la aversión a la inequidad y otras preferencias sociales ofrece una nueva perspectiva sobre la toma de decisiones económicas y el funcionamiento de los mercados. Al reconocer que los seres humanos no son meros maximizadores de utilidad, sino agentes influenciados por una variedad de motivaciones y consideraciones, la economía conductual enriquece nuestra comprensión del comportamiento económico y nos permite diseñar modelos más efectivos y políticas socialmente responsables.