La indisciplina, el grupismo y la inobservancia de los principios en el Partido Revolucionario Moderno (PRM) se están convirtiendo en los principales obstáculos, para que la organización gobernante mantenga su posicionamiento en la población, cuando se apresta a elegir el domingo su nueva dirección nacional.
En una celada con estas características cayeron los partidos Revolucionario Dominicano (PRD), Reformista Social Cristiano (PRSC) y de la Liberación Dominicana (PLD), quienes se distribuyeron el poder político del país en las últimas seis décadas.
El PRM triunfó en primera vuelta con un 52.52% y asumió el poder en agosto de 2020, en medio de una crisis sanitaria provocada por la pandemia del Covid-19, que derrumbó a cero por ciento el crecimiento económico. Su rehabilitación se ha visto afectada ahora por la guerra en Ucrania.
Sin embargo, estos acontecimientos que estremecen al mundo no han amilanado a los dirigentes del partido, que desde el año pasado se enfrascaron en una lucha interna que siembra dudas sobre su gestión de gobierno. El presidente Luis Abinader, a quien se atribuyen aspiraciones reeleccionistas, ha tenido que transformase en omnipresente.
Para que se tenga una idea. Desde que se inició el año pasado la reforma de los estatutos del PRM, dirigentes y militantes sometieron en contra del proceso tres recursos de amparo ante el Tribunal Superior Electoral (TSE).
Una vez aprobada la reforma que incluyó la reelección presidencial el 31 de enero, se sometió otra acción de impugnación ante el TSE en contra de la decisión de la convención nacional extraordinaria, pero tampoco prosperó.
Esto solo sería una muestra del grado de resistencia a las decisiones que adopta la máxima dirección del PRM y su Comisión Ejecutiva, en la que el presidente José Ignacio Paliza y la secretaria general Carolina Mejía buscan la reelección contra viento y marea el próximo domingo.
Las críticas contra Paliza, poderoso ministro administrativo de la Presidencia, y Carolina Mejía, alcaldesa del Distrito Nacional, encarnan una preocupación generalizada porque toda la dirección a nivel nacional pasó al tren gubernamental y a los poderes Legislativo y Municipal, descuidando a las bases y la estructura partidaria.
Además, a lo interno del partido gobernante se advierten numerosas islas de poder, que violentan sin consecuencias la disciplina y la ética establecidas por los estatutos que rigen al PRM. Por ejemplo, ya pocos tratan problemas nodales en los organismos correspondientes, sino a través de las redes sociales y los medios de comunicación convencionales.
El fenómeno ha ido traspasando el envío de señales equivocadas endilgadas al denominado buque insignia, el expresidente Hipólito Mejía, o al exsenador Ramón Alburquerque y al exconsultor jurídico del Poder Ejecutivo, Guido Gómez Mazara, estos dos últimos aspirantes a la candidatura presidencial.
El próximo domingo se da por descontado que la maquinaria integrada por los funcionarios del PRM se impondrá en la convención, donde unos 1,300 delegados de todo el país elegirán al presidente, secretario general, vicepresidentes y subsecretario general por un período de cuatro años.
Los organismos del partido aprobaron para esta elección de sus autoridades la criticada modalidad de Convención Nacional de Delegados, integrada por los miembros del Comité Nacional, alcaldes, senadores, diputados, directores de distritos y autoridades partidarias.
El PRM obvió así, adentrarse en la convención nacional con el voto universal y secreto de sus miembros inscritos en padrón, como la celebrada en 2018, que era reclamada por sectores encabezados por Alburquerque y Gómez Mazara.
El espejo más reciente en que debe mirarse, es su principal opositor. El PLD perdió el poder hace dos años, por el grado de indisciplina que fue acumulando en sus dos décadas de gobierno. Los principios que le dieron origen rodaron hechos añicos, devorados por el grupismo interno y la burocracia que relegaron los trabajos intrapartidarios,
Lo extraño del caso es que tras la primera pérdida del poder en el año 2000, el PLD previó esta situación. En efecto, su VI Congreso Juan Bosch incluyó en el artículo 25 de los estatutos, que los miembros de la alta dirección del partido no podían ocupar cargos en el Estado.
No obstante, cuando Leonel Fernández triunfó nuevamente en 2004 declaró que no podía penalizarse a un Comité Político que acababa de salir victorioso en esa contienda electoral e impedir la designación de sus miembros en el gabinete. La disposición fue revocada y todo quedó en letra muerta.
La dirección alta y media del PLD comenzó de pronto abandonar su papel de activistas morados, para transformarse en presidente y vicepresidente de la República, ministros y viceministros, embajadores y cónsules, gobernadores, directores departamentales y toda suerte de funcionarios.
También dominaron el Poder Legislativo. Los dirigentes peledeístas eran los presidentes y vicepresidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, y los senadores y diputados de la mayoría de las provincias. En el Poder Judicial ni hablar. Tenían el control del Consejo Nacional de la Magistratura y se designaron presidentes y jueces de la Suprema Corte de Justicia, Procurador General de la República, procuradores de Cortes y fiscales.
En el Poder Municipal se reservaron además una mayoría abrumadora. Fueron presidentes indiscutibles de la Liga Municipal Dominicana (LMD), alcaldes, vicealcaldes, presidentes de las Salas Capitulares, regidores, directores de distritos municipales y de posiciones conexas.
La macrocefalia burocrática del PLD era percibida a simple vista y su error produjo una mutación súbita en la precampaña de 2019, que lo dividió en dos cuando Fernández renunció con la consecuente derrota en las elecciones presidenciales, legislativas y municipales de 2020.
Ahora que el partido morado y la estrella amarilla salió otra vez del poder ha tratado de enmendar la situación. Su IX Congreso José Joaquín Bidó Medina aprobó el año pasado el artículo 26 de los estatutos, donde se establece que el presidente, los vicepresidentes y el secretario general de la organización no podrán ocupar funciones en el Estado, mientras desempeñen esos cargos.
Desatinos similares en su comportamiento político, aunque en otras dimensiones, afectaron al PRD y al PRSC deparándoles resultados electorales catastróficos y un futuro nebuloso. Pero al final, esa es la cuestión, los tres cayeron derrotados bajo esas circunstancias. El PRSC, por última vez en 1996; el PRD, en 2004, y el PLD, en 2020.
Así entró el PRM al ruedo político en las elecciones de 2016 como un desprendimiento del PRD, y de inmediato se posicionó como la segunda fuerza política. En una meteórica carrera impulsada por el desgaste de los partidos tradicionales, pasó a ocupar la primera posición en los comicios de 2020.
A partir de entonces las expectativas de la población se concentran en su promesa de cambio y la aparente imposibilidad de despojarse del maleficio de su progenitor. El 2024 está ahí, y todo el panorama indica que otra vez tendrá que enfrentarse en las elecciones al PLD. Pero también a un revitalizado liderazgo de Fernández, con su nuevo partido Fuerza del Pueblo.